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Análisis de una pequeña y sencilla pieza para piano del compositor Sergei Prokofiev. La pieza, de estilo neoclásico, se titula Promenade (o ‘paseo’ en castellano) y pertenece a su Música para niños Op. 65 que escribió en 1935. Se trata de 12 piezas sencillas técnicamente, de breve duración y con una clara intencionalidad pedagógica. La obra se creó en un periodo de gran convulsión en la vida personal del compositor, una situación delicada que le llevó a tomar decisiones que acabarían con su vida. Pero dejemos el drama para el final y vayamos ahora con el análisis de la pieza.

La pieza está escrita en la escala de Do Mayor y su armonía es sencilla. Al tratarse de una obra neoclásica el uso de los acordes o, lo que es lo mismo, su sintaxis armónica no siempre seguirá las funciones básicas de tónica, subdominante y dominante. En muchas ocasiones la armonía sorprenderá con giros inesperados. Aún así, la base del análisis será la armonía y el fraseo y a partir de ahí nos centraremos en el resto de parámetros y detalles.
Este primer fragmento se trata de una introducción. No obstante, por ser únicamente una presentación de un patrón de acompañamiento sin melodía la he denominado como Decorado. Su función es clara, mostrar de forma inequívoca el modelo melódico-rítmico que luego se irá transformando a través de los distintos acordes.

Tras dicho decorado, la entrada de la primera frase, que he llamado a1, queda en bandeja. Se establece así la escala de Do Mayor y el material melódico-rítmico protagonista.
De inicio anacrúsico, la melodía se inicia con una estructura arquetípica de 2 + 2 + 4. Se trata de dos semifrases simétricas y paralelas, puesto que empiezan igual. Ambas terminan reposando sobre la tónica, en los cc. 7 y 11. La línea melódica principal que se encuentra todo el rato en la voz superior es, en esencia, también sencilla. Tiene un perfil quebrado, con grandes saltos, característico del lenguaje de Prokofiev y mayormente diatónico, a excepción de los cromatismos entre Fa#-Sol. Aunque, si prestamos atención, la melodía es mucho más simple de lo que parece…

Resulta ser totalmente lineal con una predominancia de diatonismo y, con los dos Fa# se añaden unos breves cromatismos. Su ritmo es pausado y, aunque se inicia con una anacrusa, ésta en su repetición del c. 8 se convierte en inicio tético, es decir, en tiempo fuerte. Las ligaduras indicadas sobre la partitura por el propio Prokofiev marcan claramente el fraseo.

La armonía se va ajustando al patrón de acompañamiento que se presentó en el decorado. Vemos cómo destaca en los tres compases finales la elaboración de un proceso cadencial que marca, sin lugar a dudas, el final del tema.

Se repite la frase a1, respetando su esencia y su inicio anacrúsico. Hasta ahora, a excepción de los grandes saltos de la línea melódica típicos de Prokofiev la obra ha presentado en todos sus parámetros, rasgos clásicos. ¿Cómo se determina pues que es neoclásica?

Pues con detalles como los que vamos a ver ahora. Por un lado, la modulación abrupta hacia la escala de Lab Mayor que se produce a mitad de la repetición del tema, en el c. 16. Lo habitual por un clásico habría sido preparar la modulación con una dominante previa y no hacerla de forma tan incisiva. Además, se trata de un tono lejano, que lo hace imposible de cifrar como dominante secundaria, ya que en Do Mayor el VI es La menor, no Lab Mayor. Su lejanía tonal sumado a su aparición abrupta son detalles que no encajan en el marco de la simetría y la estructuralidad del estilo clásico.
Otro elemento a destacar de la armonía es la relación que se establece entre dicha inflexión con Sol Mayor, al tono al que desea modular el compositor. Hay una relación de acorde napolitano entre Sol Mayor y Lab Mayor.
Al margen del estilo, lo que es inequívoco es la breve separación del c. 20, un silencio estructural entre la Sección A y la nueva Sección B que contendrá un nuevo personaje melódico-rítmico. Vaya, que podríamos considerar que la repetición de la frase a1’ ha sido prácticamente un elemento de transición hacia el nuevo centro de Sol Mayor.

Tras el silencio comienza la Sección B. Se presenta un material melódico-rítmico secundario y contrastante en muchos sentidos con el aparecido en la Sección A. Esos contrastes los podemos encontrar en las siguientes características. Primero, la melodía es mayormente descendente (aunque sigue siendo grados conjuntos). Segundo, el centro tonal se desvía hacia Sol (aunque pronto vuelve a Do Mayor).

Y tercero, la textura es distinta. Matizo lo de ‘distinta’. La textura sigue siendo melodía acompañada pero ahora, la parte melódica es más elaborada puesto que hay 3 entradas sucesivas del tema. Existe una suerte de conversación entre varias voces. Antes de que finalice cada entrada, la siguiente ya ha comenzado, formándose así lo que se conoce como elipsis (o también denominada como doble función por elipsis). El final de una frase es también el inicio de la siguiente.

Con esta nueva frase b1 tenemos ya elementos que también nos conducen a determinar esta obra como neoclásica. Los acordes son disonantes y, algunos, escapan a un análisis tonal. La Sección B abandona enseguida el nuevo centro de Sol Mayor, por lo tanto no hay oposición de tonalidades. La asimetría de la frase ternaria más su ampliación rompe con la previsibilidad del fraseo clásico.

Se presenta ahora una nueva frase b1’, puesto que ésta deriva de la anterior, y es también asimétrica pero esta vez de estructura binaria. Como se puede observar, el compositor mantiene un carácter descendente y diatónico en la melodía. Incluso podemos observar como los distintos acordes formados por dos notas, es decir, por dos voces, también se mueven por movimientos diatónicos entre ellos.

En cuanto a la armonía destacan dos elementos. El primero el uso del acorde napolitano del c. 38, pero no en su estado habitual de 1ª inversión si no en 2ª inversión (por eso lo de denominarlo como Acorde Napolitano y no acorde de 6ª Napolitana). Resulta ser un tratamiento bastante libre de la armonía, rasgo también típico del Neoclasicismo. El segundo detalle lo encontramos en la cadencia final que se produce entre los cc. 48-49 y entre los acordes III-I. Se le da a la mediante, al III, una función de dominante.

Tras dicha cadencia con un fuerte carácter conclusivo seguida de un breve enlace melódico que supone una ampliación del acorde de tónica, aparece la reexposición de la frase a1 y, por tanto, la Sección A’. Es exactamente igual que al inicio, una repetición literal. Solamente cabe destacar el acorde del final, una confirmación del acorde de tónica y una suerte de coda. Bueno, minicoda.

Pues así concluye este análisis. Aquí os dejo, como siempre, este esquema en el que podéis observar el planteamiento formal de la pieza, que se puede englobar en una estructura de Lied Ternario.
La obra, como decía al comienzo del vídeo, se creo en un momento delicado para el compositor. Tras una vida de éxito profesional fuera de Rusia, al contrario que muchos de sus colegas como Stravinsky, Prokofiev decidió volver a su país, al régimen soviético. Su decisión de volver le costó, a largo plazo su propio sufrimiento y el de su familia. Estas piezas para piano, compuestas en 1935, se escribieron un año antes de su regreso definitivo a su Rusia natal. El régimen soviético llevaba años reclamando, bueno, mejor dicho exigiendo a sus artistas crear contenido para el público que consideraban el más potencial y el futuro del comunismo: los niños. Prokofiev, de mentalidad y carácter infantil e inocente fue un compositor perfecto para esta tarea. De hecho, así lo demostró con algunas de sus obras que hoy en día forman parte de su repertorio más conocido como Pedro y el lobo.
Para ya finaliza, y a modo de conclusión, os comento algunas características que hemos visto en la obra y que hacen enmarcarla dentro del estilo neoclásico. Primero, la armonía, aunque tratada de forma especial y libre, no deja de ser uno de los parámetros principales del discurso musical y los acordes, en ciertas ocasiones, pueden realizar las funciones básicas de la tonalidad. Segundo, los centros tonales no tienen por qué respetar la alternancia clásica de I-V-I. Tercero, el fraseo aunque es de rasgos clásicos por su carácter diatónico, tiende a ser, en algunos momentos asimétrico e inesperado, negando así la simetría del estilo clásico. Cuarto y último, la reexposición ha sido inesperadamente breve, finaliza antes de lo previsto, como negando esa voluntad de reexposición típica del Clasicismo y Romanticismo.

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